Agradezco la oportunidad de impartir algunos pensamientos concernientes a la libertad religiosa y la dignidad humana. Empiezo recordándonos de la historia. Tras el conflicto devastador de la Segunda Guerra Mundial, el tema de los derechos humanos llegó a ser sumamente importante. El debate sobre los derechos humanos se fundamentó en la idea de que todos los seres humanos son iguales en dignidad, es decir, todos tienen el mismo valor intrínseco por el solo hecho de ser miembros de la raza humana. Por tener todos dignidad inherente, todos ameritan ciertos derechos fundamentales que ningún poder estatal debe vulnerar.
No es sorprendente que esta idea era todo lo contrario a la ideología de los nazis derrotados, quienes habían creído en la superioridad de su propia raza y el estatus subhumano de los judíos, romas, y personas con discapacidad, entre otros. Con la imagen todavía presente de las atrocidades que esa ideología había engendrado, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó de forma casi unánime la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948. La dignidad humana fue el concepto clave que hizo posible el consenso.
La Declaración reconoce que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana…” (preámbulo). Declara que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derecho…” (artículo 1).
En las siete décadas desde la adopción de la Declaración, el valor fundacional de respetar la dignidad humana de todos se ha ido olvidando y ha sido relegado por otras consideraciones. Pretensiones de derechos a menudo se enfocan en posiciones que demandan derechos para unos, pero no para otros, pasando por alto el deber de respetar la dignidad de todos.
Lo podemos ver con respecto a uno de los derechos más fundamentales, el de la libertad religiosa. Muchos hoy en día reclaman nuevos derechos civiles antagónicos a los valores tradicionales enseñados por la religión. En vez de respetar la libertad religiosa como un derecho fundamental, la relacionan con el odio y el prejuicio. La ven como un obstáculo ante el progreso. Hasta insisten que las religiones deben ser restringidas por el Estado y que los valores éticos inculcados por la religión no tienen cabida en el discurso público por ser de matriz religiosa.
Les comparto un ejemplo concreto. En 2016, la Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos emitió un informe concluyendo que la libertad religiosa, a pesar de estar protegida por ley, infringe en los derechos civiles con respecto a la no discriminación. El informe pide enmiendas a las leyes federales de Estados Unidos para prohibir que la libertad religiosa se utilice para permitir la discriminación. El presidente de la Comisión criticó la libertad religiosa diciendo que es solamente un pretexto para la discriminación. Dijo: “La frase ‘libertad religiosa’ no significa nada más que la hipocresía, siempre y cuando se mantengan como palabras de código para la discriminación, la intolerancia, el racismo, el sexismo, la homofobia, la islamofobia, la superioridad cristiana o cualquier forma de intolerancia”.
Les doy otro ejemplo preocupante que viene de nuestra región interamericana. La Organización de Estados Americanos en 2013 aprobó la Convención interamericana contra toda forma de discriminación e intolerancia. La Convención es un ejemplo del fenómeno al que me refiero, el de insistir en un derecho sin reconocer que esta insistencia podría resultar en la vulneración de otros derechos.
Está de más mencionar que en ningún caso se debe aprobar la intolerancia o la discriminación en cualquiera de sus formas. Sin embargo, la Convención, tal como ha sido redactada, no es capaz de conciliar adecuadamente el objetivo de combatir la discriminación injusta y el resguardo de los derechos humanos de libertad de prensa, de expresión, de conciencia y de religión ya reconocidos como fundamentales. La Convención adopta una definición extremadamente amplia de “intolerancia”. Obliga a los Estados Partes a sancionar y censurar discursos o actividades que puedan encuadrarse dentro de esa definición, esto es, cualquiera que implique discrepancia u oposición a la opinión de un tercero, sin necesidad de verificarse perjuicio a otros derechos, y por el solo hecho de que la opinión expresada sea denunciada por terceros como intolerante.
Estos defectos fueron motivo por el que la delegación de Canadá se retiró del proyecto de convención. Hay que reconocer que por lo general Canadá es un país muy defensor de los nuevos derechos civiles que se pretenden proteger en la Convención. Sin embargo, Canadá se retiró afirmando que los preceptos de la Convención son contrarios a los derechos de libertad de expresión, así como también de libertad de conciencia y religión (Misión permanente de Canadá, Nota explicativa de la misión a la comisión negociadora sobre su retiro del proceso de negociaciones, OEA/Ser.G CAJP/GT/RDI/INF.21/10, 1, 30 de nov., 2010).
Por mi parte, me gustaría ver un nuevo comienzo para este proyecto, porque es muy importante luchar contra la discriminación e intolerancia, pero en la forma en que está redactada, la Convención interamericana contra toda forma de discriminación e intolerancia pone en peligro los cimientos básicos de una sociedad plural, democrática, y libre. Su ratificación por los Estados Miembros de la OEA queda pendiente, y falta una sola ratificación para que entre en vigor, lo cual es muy preocupante. Ojalá los gobiernos latinoamericanos puedan reconocer el problema e imprimir el botón de reinicio antes que sea demasiado tarde.
Vuelvo a la dignidad humana para sugerir un camino hacia una solución a tales problemas.
Durante los últimos dos años, un grupo de académicos, abogados, y jueces expertos en derechos humanos y libertad religiosa ha elaborado un proyecto para reafirmar, reanimar y hacer recordar el valor de dignidad humana como el principio fundacional de los derechos humanos. En diciembre del año pasado, justo a 70 años de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, un gran número de estos expertos se reunieron en Punta del Este de Uruguay. Pusieron los toques finales a su documento y lo firmaron. Le dieron el nombre de “Declaración de Punta del Este sobre la dignidad humana para todos en todo lugar”. El documento se encuentra en la página web: dignityforeveryone.org. La página tiene mucha información adicional relevante al principio de dignidad humana.
Los preceptos de la Declaración son una formula para apoyar el sistema de derechos humanos como un régimen interdependiente e integral. Entre otras cosas, poner el acento en respetar la dignidad humana de todas las personas en todo lugar tiene las siguientes ventajas en el discurso sobre la libertad religiosa y los derechos humanos:
• Realza lo que tenemos en común. Respeto por la inherente e igual dignidad de todos es una idea que se encuentra en casi todas las tradiciones religiosas y filosofías laicas. Se basa en ideas como la de que somos creados a imagen y semejanza de Dios, la fraternidad de toda la humanidad, amor al prójimo, y el gran valor de las almas a la vista de Dios.
• Proporciona un enfoque para construir puentes entre distintas concepciones sobre el significado y el contenido de todos los derechos humanos. Respeto por la dignidad humana de todos en todo lugar es un criterio inapreciable para valorar en qué medida las leyes, políticas públicas y acciones de gobierno están en conformidad con los estándares en materia de derechos humanos.
• Funciona como un factor correctivo para aquellas posiciones que demandan derechos para unos, pero no para otros. Coadyuva a mitigar la distorsión, el rechazo y el reconocimiento selectivo de la dignidad humana. Sirve para armonizar y reivindicar los derechos mutuamente.
• Ayuda a apaciguar la hostilidad que a menudo acompaña las controversias sobre derechos humanos y a fomentar un diálogo constructivo. Ayuda a encontrar terreno de entendimiento en común. Es un antídoto para la política de identidad, la cual pone el acento en nuestras diferencias.
• Respetar la dignidad humana para todos en todo lugar nos recuerda que debemos trabajar por la eliminación de las violaciones más graves de los derechos humanos de individuos y grupos, incluyendo el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra, la persecución religiosa, la trata de personas, y otras atrocidades.
En fin, respetar la dignidad de todos en todo lugar es un valor de origen tanto religioso como secular. Dio inicio a la adopción de todos los derechos humanos. Sin embargo, en estos días de política polarizada, se olvida que la dignidad humana es universal y recíproca. A menudo, vemos a activistas abogar por uno que otro derecho en particular, como si ése fuera el único derecho importante. Pero en realidad, respetar la dignidad humana de todos en todo lugar nos lleva otra vez a nuestra humanidad compartida y restaura el equilibrio fundamental necesaria para sostener el régimen de derechos. Dentro de ese equilibrio, se protegen los derechos fundamentales, incluyendo la libertad religiosa. Respetar la dignidad humana de todos en todo lugar es un concepto antiguo, pero tengo la esperanza de que sea también un nuevo modelo para defender la libertad.
Dr. Gary B. Doxey
Director Regional para Latinoamérica del International Center for Law and Religious Studies